El fraude piramidal llevado a cabo por Koriun Inversiones ha impactado a Honduras en un momento de crisis institucional y división política. Con más de 35,000 afectados, mayormente en áreas populares del norte de la nación, el incidente no solo mostró la debilidad del sistema de regulación financiera, sino que también ha puesto al gobierno de Xiomara Castro frente a uno de los retos más difíciles de su administración.
Actividad sin control y derrumbe del sistema
Durante años, Koriun Inversiones operó al margen de la legalidad, prometiendo rendimientos mensuales del 20 % sin contar con registro oficial ni supervisión de la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS). A pesar de alertas públicas emitidas por esta institución en febrero de 2025, advirtiendo que la empresa no estaba autorizada para captar fondos del público, la operación continuó sin intervención estatal hasta que la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) y el Ministerio Público intervinieron en abril del mismo año.
Las redadas pusieron al descubierto la dimensión del fraude: se encontraron más de 358 millones de lempiras en efectivo, además de 69 millones inmovilizados en cuentas bancarias. Las averiguaciones determinaron que no había inversiones genuinas que respaldaran los intereses ofrecidos, confirmando que era un sistema piramidal insostenible.
Reacciones sociales y desgaste político
El efecto del colapso ha sido significativo, afectando tanto el ámbito social como el político. Miles de personas perdieron sus ahorros, lo que provocó manifestaciones, bloqueos y protestas en diversas partes del país, especialmente en Choloma, donde se encontraba la mayoría de los inversionistas. La crisis ha intensificado el malestar público debido a la pasividad de las autoridades locales y las deficiencias del sistema regulatorio.
En el ámbito político, el asunto ha impactado de manera desfavorable en la percepción del gobierno. Las críticas se han enfocado en la carencia de supervisión institucional, la tolerancia hacia la operación abierta de Koriun y la falta de medidas preventivas por parte de las entidades encargadas. Los sectores empresariales y las organizaciones de la sociedad civil han cuestionado severamente la fragilidad del estado para evitar fraudes de esta índole.
La propuesta del Ejecutivo y su controversia
Debido a la presión social, el gobierno comunicó la creación de un proyecto de ley para compensar a los individuos perjudicados, utilizando fondos del Presupuesto Nacional. La propuesta, ordenada directamente por la presidenta Xiomara Castro, ha provocado intensas reacciones en el Congreso Nacional y en el sentir público.
Diversos sectores opositores y asociaciones de ciudadanos han manifestado su desacuerdo con la medida, alegando que se pretende emplear fondos públicos para cubrir los costos de un fraude privado, lo que, según ellos, establece un precedente alarmante que podría fomentar la impunidad y la explotación política del sufrimiento de la ciudadanía. Aunque se realizó un anuncio formal, el proyecto todavía no ha sido debatido en profundidad, ni se ha especificado la cantidad de la compensación ni el método de aplicación.
La iniciativa ha intensificado las tensiones entre las fracciones legislativas y ha puesto al gobierno en una situación delicada, cuestionado tanto por su falta de anticipación como por su gestión de la crisis.
Amenazas institucionales y perspectivas políticas
El caso Koriun pone en entredicho la capacidad del Estado hondureño para garantizar la seguridad jurídica y proteger a la ciudadanía frente a fraudes financieros. La falta de supervisión oportuna, la permisividad con que la empresa operó y la respuesta tardía del gobierno han reforzado la percepción de ineficacia institucional.
A nivel internacional, la situación podría afectar la imagen del país como destino seguro para inversiones, mientras en el plano interno, el manejo del caso ha contribuido a una narrativa de desgaste que ya afecta al oficialismo en otros frentes. En medio de otras denuncias de corrupción, el escándalo Koriun amenaza con convertirse en un símbolo más de la falta de transparencia y control estatal.
El gobierno de Xiomara Castro se encuentra ante un desafío complicado: abordar una crisis social genuina sin comprometer la credibilidad del sistema ni intensificar la división social. La manera en que este asunto se maneje será crucial para su estabilidad política y para la confianza que los ciudadanos mantengan en las instituciones gubernamentales.