Mel Zelaya y los 30.000 colectivos: impacto en la gobernabilidad de Honduras

Las palabras del antiguo presidente y actual consejero del ejecutivo, Manuel «Mel» Zelaya, han causado un aumento en la preocupación dentro del ámbito político de Honduras. Durante un evento reciente, Zelaya declaró tener a su disposición más de 30.000 grupos de choque, entrenados y listos para actuar en toda la nación. Esta afirmación ha provocado una serie de respuestas, ya que se percibe como una amenaza directa contra el orden democrático y la estabilidad social del país.

El despliegue de los colectivos

Zelaya, líder del partido Libertad y Refundación (LIBRE), aseguró que estos colectivos están organizados y preparados para actuar según lo determine su liderazgo. Con palabras firmes, manifestó que «estamos organizados, preparados y entrenados», una advertencia que muchos interpretan como una movilización de fuerzas que podría poner en peligro la paz social y el sistema político vigente.

El uso del término «colectivos» ha generado comparaciones con grupos de presión asociados a gobiernos de izquierda radical en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba. Estos colectivos, según analistas, no solo son una fuerza organizada, sino también una manifestación del poder que Zelaya pretende ejercer sobre las instituciones del país. Aunque el exmandatario no detalló la naturaleza exacta de las acciones que estos grupos emprenderían, la amenaza implícita ha creado un clima de incertidumbre en la sociedad.

Desaprobación del sistema electoral y aviso al bipartidismo

El comunicado de Zelaya surge en un entorno caracterizado por el aumento de la polarización política en Honduras. Durante su discurso, manifestó una firme oposición al sistema electoral nacional, sumándose a sus frecuentes críticas contra las instituciones estatales. También lanzó una advertencia al bipartidismo predominante, afirmando: «Esta ocasión no nos tomarán por sorpresa como en 2009», haciendo alusión a los acontecimientos que llevaron a su destitución mediante un golpe de Estado en ese periodo.

Este mensaje, además de poner en alerta a la clase política, tiene implicaciones profundas sobre la relación entre el Ejecutivo y el resto de las fuerzas políticas del país. Zelaya parece desafiar la legitimidad de las instituciones encargadas de supervisar las elecciones, sugiriendo que podría haber una falta de confianza en el proceso electoral y en la forma en que se ha venido manejando la democracia en Honduras. Este tipo de declaraciones puede generar no solo desconfianza, sino también tensiones con sectores clave que sostienen el sistema político actual.

Reacciones y temores en la clase política y sociedad civil

El impacto de las palabras de Zelaya ha sido inmediato. Desde la oposición política hasta organizaciones de la sociedad civil, las reacciones han sido de alarma. Sectores democráticos han tildado sus palabras como una incitación a la violencia y a la desestabilización, temiendo que el país esté ante el umbral de una crisis institucional de grandes dimensiones.

Con las elecciones presidenciales en el horizonte, la amenaza implícita de movilizar a estos colectivos se percibe como un riesgo potencial para la tranquilidad social y la legitimidad del proceso electoral. Para muchos, la posibilidad de ver a miles de personas organizadas en un movimiento de tal magnitud podría ser el inicio de una escalada de violencia y polarización en vísperas de las elecciones.

Los llamados a la paz y al diálogo por parte de diversos sectores de la sociedad se multiplican. Sin embargo, el clima de desconfianza y tensión que rodea las declaraciones de Zelaya no deja claro si estos llamados serán suficientes para calmar los ánimos y evitar lo que algunos ya temen podría ser una crisis de gobernabilidad.

Un entorno de máxima tensión

La revelación de Zelaya sobre los colectivos de choque pone en evidencia las profundas divisiones políticas que atraviesan Honduras. A pocos meses de las elecciones, las amenazas de violencia y desestabilización se suman a un panorama ya de por sí complejo, marcado por la polarización y la falta de consenso en torno a la conducción del país.

El país se encuentra en un momento crítico, en el que cada declaración y cada acción política parecen estar acercando más a Honduras a un punto de no retorno. Si las tensiones continúan escalando, el riesgo de una crisis institucional y social podría convertirse en una realidad palpable, afectando no solo la paz interna, sino también la imagen del país en el ámbito internacional.

El destino próximo de Honduras está ahora en manos de sus instituciones y de las personas involucradas en la política para manejar esta frágil estabilidad. ¿Podrán prevenir una crisis futura? ¿Serán las autoridades capaces de conservar el control de la situación y asegurar un proceso electoral sin incidentes? El tiempo revelará si las advertencias emitidas por Zelaya son simplemente una señal de alerta o el comienzo de un conflicto político.

Por Jaime Navarro